martes, 22 de septiembre de 2009

To infinity and beyond

Poco a poco, voy recuperando trozos de mi vida anterior, que al cruzar el Atlántico se quedaron en suspenso, inmóviles y esperando a ser llamados. Un trozo íntimo, muy cercano a mi interior, es la afición que tengo por la ciencia de la Astronomía. La expresión actual de esta afición y desde hace unos años es en forma de afición a la Astrofotografía y en concreto en su versión digital, que empecé allá por el año 2002 aproximadamente. Qué chorrada, pensarán algunos, todas las fotos son digitales y hay miles de aficionados obteniendo buenos resultados con cámaras réflex modificadas para fotos de cielo profundo. Cierto, pero yo llevo en esto lo suficiente para recordar las diapos Kodachrome y esos maravillosos rojos que daban en las nebulosas, y las primeras CCD tenían un chip que había que buscarlo con lupa.

Pero desvarío.

El caso es que gracias a la gran ayuda de unos pocos, he podido traerme el equipo de astronomía, mi querido telescopio y demás accesorios, y ponerlo en uso a este lado del océano. He completado el equipo con un pequeño refractor y una nueva CCD, más moderna, con campo más amplio, y a color, además de algunos accesorios. La excusa ya no será el equipo (aunque "necesito" una montura más grande, unos filtros de banda estrecha, nuevo software, ja, ja, esto nunca acaba).

Mis pequeñas vacaciones de dos días escasos (más llegarán en Octubre o Noviembre y luego en Navidades que iré a España) han consistido en apuntarme a una Star Party, con el club de Astronomía del cual soy miembro desde hace unos meses. El lugar elegido es un trozo de cielo oscuro en el pico más alto (aprox. 1500 m.) de West Virginia, bosque relicto de árboles del género Picea y territorio de aves de montaña, osos negros (no he visto ninguno) y ciervos (todas las mañanas veía alguno cuando salía de la tienda a echar una meadita mañanera).

Ha estado muy bien, la meteorología estuvo regular pero la primera noche en las montañas de West Virginia fue espectacular, con un cielo negro como el carbón y con ausencia total de contaminación lumínica para variar, la Vía Láctea era visible de horizonte a horizonte y a medianoche partía el cielo por la mitad.

Yo me reconcilié con los astros tomando, entre otras, esta imagen, se trata de la Galaxia M33, la Galaxia del Triángulo.

M33, 30 exposiciones de 120 segundos, sin autoguiado.

M33 es el objeto visible a simple vista más lejano, aunque no todo el mundo puede verlo. Para poder verlo hacen falta dos requisitos: cielos totalmente oscuros, y una vista de lince, además de saber dónde está. Yo la pude ver por primera vez en una excursión hace muchos años al Cañón del Río Lobos, en Soria. En West Virginia también la ví, como una pequeña nubecilla prácticamente imperceptible, que perdía a ratos. Me costó mucho verla con mis ojos, quizás los ocho o diez años que han pasado delante del ordenador no han ayudado a la agudeza visual, aunque la transparencia el viernes no era la mejor que he visto porque caía un rocío de espanto (otro día contaré cómo acabó mi portátil después de una noche tomando fotos a la intemperie en esas condiciones).

He de decir que de los que estaban a mi alrededor, casi ninguno fue capaz de verla sin ayuda óptica (la mayoría de mis acompañantes me superaban en edad, y con la edad se pierde agudeza visual, se empieza a notar en estos test extremos). Para compensar, los que me conocen saben que mi oído es incapaz de distinguir dos notas musicales distintas, soy capaz de distinguir un martillazo de un golpe de tambor y poco más.

En fotografía este es un objeto espectacular aunque no tan fácil como podría parecer dado su tamaño y magnitud visual. Es un objeto que tiene bajo brillo superficial precisamente por el tamaño que tiene, y necesita mucha exposición. Esta imagen acumula dos horas y podría usar fácilmente otras dos, al no tener autoguiado pierde algo de nitidez y señal y estoy usando un telescopio con casi 6 segundos de arco de resolución por píxel, lo que no ayuda a distinguir pequeños detalles. A pesar de todo ello, estoy razonablemente satisfecho y perfectamente enganchado a la afición de nuevo y con ganas de volver a salir a robarle fotones al Universo.

La galaxia M33 está a unos 2,9 millones de años luz. La vemos tal y como era antes de que existiese la especie humana. Seguramente no haya cambiado prácticamente nada.

O quizás sí, y cualquier día de estos vemos una lejana supernova que estalló hace millones de años.

Hace que uno se sienta pequeño y humilde.



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